por Max Lucado
Jesús, mi amado Jesús. La más bella criatura de los cielos. Concebido por la unión de la Gracia Divina y nuestra desgracia… ¡Que duermas bien!
Duerme bien, mientras a tu alrededor se cuece la ira en su propio ardor. Disfruta el silencio de la cuna, pues el ruido de la confusión retumba en tu futuro.
Duerman bien pequeñas manitas, pues, a pesar de pertenecer a un Rey, no palparán raso ni poseerán oro. No, tus manitas están reservadas para los más preciosos actos: tocar la herida de un leproso, secar la lágrima de una viuda… ¡Arañar el suelo del Getsemaní!
Tus manos tan diminutas no han sido destinadas a sostener el cetro; en vez de eso, ¡Están reservadas para un hierro romano, que las fijará a una cruz romana!
Pequeños ojitos, duerman mientras puedan dormir. ¿Pues pronto verás el desastre que hemos hecho en tu mundo!
¡Verás nuestra desnudez, pues no podemos escondernos!
¡Verás nuestro dolor, pues no podemos sanar!
Quédate inmóvil pequeña boquita, pues de ti procederá el mensaje de la eternidad. Tu lengua pronto llamará a los muertos, definirá la gracia, hará enmudecer al necio.
Pequeños piececitos descansen en la palma de mi mano, pues tienen por delante muchos pasos difíciles que dar.
¿Tienen idea de las sendas que transitarán?
¿Sienten el frio del mar que pisarán?
¿Se retraen ante la invasión del clavo que soportarán?
Descansen hoy, pues pronto millones seguirán sus pisadas.
Corazoncito Santo que impulsas la sangre de la vida a través del universo, ¿Cuántas veces te quebrantaremos?
Te despedazarán las espinas de nuestras acusaciones…
Te carcomerá el cáncer de nuestro pecado…
Te doblegará el peso de tu propia tristeza
… Y te traspasará la lanza de nuestro rechazo.
Sin embargo, luego de darlo todo por la humanidad perdida, tus manos serán puestas en libertad, tus ojos verán la justicia, tus labios sonreirán y tus pies te llevarán de vuelta a casa… y allí descansarás… en el abrazo de tu Padre.
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